El misterio del camastro

 
 

Un camastro forrado con vinil blanco, una cobija blanca, impoluta la mujer que atiende. Recostado sobre el catre un cuerpo duerme vendado por completo con telas empapadas en sales y algas marinas, los dedos de los pies separados por algodones y las uñas diminutas salpicadas con gotas color cereza madura. El rostro ilegible está cubierto con una mascarilla verde hedionda. La mujer de blanco vigila el engendro durmiente cada determinados minutos, toca el mazacote sobre la cara, siente la temperatura de las vendas, masajea el cráneo al que ha vertido aceite de almendra. Para terminar ofrece un baño de esponja. Se levanta del camastro una mujer hermosa, embellecida. Misteriosamente el monstruo ha desaparecido.

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