Nuestra cama

 
 

Ya no hay nuestra cama; el colchón, su base, la ropa y almohadas, son ahora míos. Es mi cama porque de lo que repartimos me quedé con ella. No es su cama porque emigraron sus ronquidos y las cobijas no se tensan y deshilan de entremedio, tampoco hay ropa de él ni sus zapatos están debajo. Quedan fantasmas, olores, marcas, conversa­ciones que escapan de la estopa; dormida oigo su voz. Ya no hay cama nuestra, tampoco hay nosotros, y como ese mueble todo se quedó muy solo, mío.

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