Rondas de cama y la madera de las cosas

Las breves notas de Rondas de cama y las narraciones de La Madera de las cosas, despliegan el cuidado y las maneras de una escritora contenida, refinada, intensa en la expresión de su estilo, que nos habla de una obsesión por los objetos y por las maneras en que la vida los reviste de historia, de ecos y cromatismos inesperados que jamás terminan de definirlo.

Invención varia y relatos, Editorial Cal y Arena, México, 1999

¿Qué nos une a los objetos, qué fuerza llama o repele no sólo a los que suponemos necesarios sino a los que simplemente gustamos? Entre las cosas y sus dueños se establece un vínculo determinado por hilos obvios y otros invisibles. Es obvio que también queremos nuestras cosas: las procuramos, lamentamos perderlas, nos obsesionan, las dejamos ir, las olvidamos; es obvio que contienen la historia de las manos hacedoras y de quienes las poseen. Pero por qué hay mujeres que no pueden salir a la calle sin aretes, por qué hay hombres que protegen sus relojes bajo llave, por qué un niño trae siempre su piedrita en la bolsa del pantalón, por qué lo único que lleva una familia cuando emigra es un par de sillas viejas, por qué se anhela un viaje en globo y no en helicóptero o bicicleta, por qué juntamos fotografías y no nos cansamos de verlas, de vernos en ellas; por qué hay gente que no guarda cartas, no acumula libros, viaja por un mes con una maleta mínima.

Los textos que componen este libro son resultado del tiempo en el que yo tenía oídos y vista para atender lo que las cosas revelaban. Porque si los ojos son las ventanas del alma, las ventanas son objetos y los objetos ventanas que atisban fragmentos del alma. Entonces, una semilla de café o una almohada sin huella eran portal donde un paisaje inédito se abría. Me dejaba asediar por las cosas y ellas me asediaban, quizá porque algunas sobreviven al tiempo y son únicos testigos, quizá porque otras con su fragilidad destruyen los cimientos de una historia.

La consecuencia de esto es un libro: Rondas de Cama y La madera de las cosas. Narraciones distintas pero escritas con el mismo espíritu: de quien escucha más que de quien propone; son, a fin de cuentas, reunidas y editadas, otra cosa más.


Lo que dicen los expertos

Historias del colchón

Artículo de Lucía Saad Villegas publicado en etcétera el 1° de julio de 1999

“No encuentro parte de la vida que no transcurra aunque sea atisbadamente en torno a la cama…”, afirma Edmée Pardo en la entrada de su libro Rondas de cama. La madera de las cosas. Un ejercicio de imaginación que realiza esta joven escritora donde la cama, la silla, un globo, la casa, sirven como pretexto para narrar episodios de la vida cotidiana.

Rondas de cama es el título de una columna periodística que sirvió de cobijo para la publicación semanal de estas historias breves, cuyo denominador común es que ocurrían en torno a la cama. De estos relatos la autora hizo una selección y los reunió en la primera parte del libro; la segunda está constituida por narraciones que siguen la misma tónica, la vida en torno a las cosas; en ellas retrata experiencias familiares, anhelos y sueños frustrados o realizados, entre otros temas.

Para convencernos de la seriedad de su metodología Edmée Pardo ofrece una lista de las circunstancias en las que la cama sirve como soporte no sólo de los relatos, sino también de las decisiones que le dieron vida al libro. Fue desde la comodidad de una cama que se le ocurrió escribir sobre el tema, aunque el editor no lo dijo es probable que también leyera el escrito en su cama y no sería extraño que el consumidor final hiciera lo propio. Para qué la cama, se pregunta, si con recargarse en la pared basta y así, desdeñándola, en sus textos le confiere un sinfín de utilidades: lugar de tortura o muerte, historias de las que, por cierto, “el colchón no quiere acordarse”, refugio de amores contrariados, campo de batalla contra la tristeza, el dolor, la enfermedad. El poder de la cama es tan fuerte que, asegura, no existe objeto que se resista a tocarla, su magnetismo lo mismo atrae libros, ropa o maletas que el ritmo del balance del mar, muestra de ello es “cuando una mujer que va a parir duerme, un pez aletea y un globo inundado busca balance. La cama es entonces mar picado. Cuando un bebé duerme, el agua del universo, toda, se aquieta”. Existe en la naturaleza de la cama algo inasible; de tal suerte que todo lo que ocurre en ella es pasajero, “… la cama es tránsito y nunca destino, porque lo que ahí llega lo hace para irse. En la cama nada permanece, al tiempo que lo alcanza todo”.

Esta capacidad de los objetos de ser forma y reflejo del mundo que los circunda, seduce a la escritora y la invita a mudar la naturaleza humana por la de las cosas o viceversa. Este es el sentido general que anima al libro, un juego entretenido y de lectura ligera.


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