Leer con los oídos

 
 

¿Escuchar un libro también es leer?

Pregunto a los participantes de círculos y campamentos de lectura: “Y ese libro, ¿cómo lo leíste?”. Me refiero al soporte, el idioma, el lugar. Leer el mismo libro nunca había ofrecido tantas posibilidades a un dedo de distancia: en impreso o electrónico, en la lengua original, en español, traducido a la lengua materna (tengo alumnos brasileños, coreanos, estadounidenses) o en aquella que desean practicar, en tableta de lectura, computadora o teléfono. Yo no lo leí, escuché el audiolibro, dice otra persona.  ¿Escuchar un libro también es leer?, atajan por allá.

Entiendo la lectura, en el sentido amplio, como el acto de apropiarnos de una historia vía el entendimiento, la emoción y la imaginación, que producen un efecto pasajero, a mediano o largo plazo en la vida del lector. Leer no se trata de escanear palabras y salir ileso del texto. Cuando entramos y regresamos de un libro exactamente igual, se debe a que no se produjo esa reacción química que surge cuando se encuentran dos elementos potencialmente explosivos: el libro y su lector. Las causas de la falta de compatibilidad se deben a muchas razones que pueden caer de uno u otro lado de la cancha. Pero como yo me ocupo de los leyentes, más que de los libros, aquí enumero varias de ellas. 

1) El momento de vida del lector. El estado emocional y de vitalidad preparan nuestro ánimo y agenda para leer o no de mejor manera.

2) La selección inapropiada de tema y tratamiento debido a afinidad o contraste. Hay gente que quiere seguir leyendo lo que le gusta y conoce. Por otro lado, hay personas buscadoras de nuevos autores, estilos y paraderos que abran el abanico, aunque a ratos puedan ser incómodos. Cuando los lectores no encuentran lo que buscan con toda razón abandonan el libro. 

3) El lugar físico de la lectura. No se lee igual cuando hay ruido que cuando resuena el silencio; tampoco cuando estamos sentados, semirrecostados o en la cama. Hay gente que lee en el coche y hay quienes de plano no pueden hacerlo más que en su lugar preferido.

4) El soporte de lectura. Antes de que consumiéramos libros electrónicos no había oído de la amplia gama de experiencias sensoriales que produce un objeto para justificar la negativa a adueñarse de una historia si no es en formato impreso. Previamente, la gente no leía porque no encontraba el libro y ahora que están al alcance en cualquier lugar del mundo y versión resulta que no lo hace porque solo lee en impreso. Los más audaces ahora leen en audiolibro, porque si escuchar una historia permite imaginar, sentir, reflexionar y produce un efecto en la vida del lector, entonces también están leyendo. 

Comparto la opinión de que un libro es un gran objeto, pero negarse a la experiencia lectora porque el formato no es el preferido me parece limitante. Si lo que deseamos es la efervescencia que produce una historia en nuestra mente, lo de menos es si lo hacemos sobre papel, pantalla o si leemos con los oídos. Lo importante es seguir leyendo, adueñarnos de las historias que nos permiten asomarnos a las posibilidades de todo aquello que nos hace ser humanos.

Edmée Pardo

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