Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra

La primera vez que leí El Quijote lo hice con miedo. Estaba frente a La Gran Obra de la literatura en lengua castellana y yo solo era una pequeña lectora. Sentada en silla, con libro en la mesa, lo tomé con seriedad, como supuse que debe hacerse con los clásicos de la literatura universal. Era como si quisiera estudiar, y no disfruté nada. La segunda vez decidí leerlo sin miedo. Me senté en un sillón, con los pies en alto y el tiempo que la novela pide (que no es poco), y me caracajée todo el rato. Y es que esa gran obra, llena de múltiples pequeños relatos, es sobre todo un divertimento. Así, con esa actitud, me maravilló la cantidad de recursos narrativos que se despliegan, esos que llamo modernos pero que están ahí desde el principio de los tiempos.

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