64.Leer como los Reyes Magos

 
 

Leer como los Reyes Magos

¿Quién enseñó a leer a los Reyes Magos que entienden todos los idiomas, saben del alma de los niños, sus luces y sus sombras, y comprenden mejor que nadie las rutas del cielo?

Según se deduce por los textos bíblicos, Gaspar venía de Mesopotamia por lo que su idioma debió haber sido el arameo. Melchor, que venía de Persia, podía haber hablado griego, el idioma predominante para el comercio y la diplomacia; Baltasar, relacionado con África del norte, podía haber hablado árabe antiguo. Pero como eran eruditos, probablemente fueran políglotas que se entendían entre ellos y muchos otros lo que refleja la universalidad de su misión: llevar la buena nueva a todos los rincones del mundo.

Pero, de dónde viene esta tradición de escribir una carta a los Reyes Magos y enviarla a donde residen, sea donde sea, para pedirles regalos. Un gran ejercicio de lector escritura, quiero hacer notar. Aunque no está muy claro, en el siglo II y III La figura de los Reyes se popularizó junto con el Evangelio según San Mateo que los menciona; en la edad media adquirieron verdadera notoriedad en las celebraciones de la epifanía y ya en el siglo XIX la tradición, en España y Latinoamérica, empieza a documentarse. Para el día de hoy, sobra decirlo, es sobre todo una estrategia comercial.

Quiero acordarme de la primera carta que escribí a Los Reyes Magos. Lejana escucho la voz de mi madre, en la mesa del comedor; yo, con papel, lápiz y goma a la mano. ¿Cuáles eran mis deseos? Quizá fue la primera vez usé los dos puntos después de Querido Reyes, la primera vez que me senté a escuchar los deseos qué venían de mi corazón. No puedo recordarlo con precisión; pero sé que en algún momento quise una jirafa que viviera en el jardín, cosa que nunca sucedió; y en algún otro momento quise un conejo, que sí llegó, y murió ahogado en la cisterna del jardín. Cuando me operaron de las anginas, a los 7 años, estaba en el hospital con mi mamá. Me encantaba verla pintarse los labios y en esa ocasión me puso un poco de color porque ya era grande, me habían operado por primera vez, y estaba en edad de saber que Santa Claus, a quien también escribía cartas, eran mis papás. No sé si ya algo sospechaba yo, pero el orgullo de llevar brillo en los labios hizo que la noticia no fuera un golpe. Sin embargo, nunca sospeché que atrás de los Reyes Magos también estuvieran ellos, eso lo descubrí cuando adentro de mi zapato encontré una carta dirigida a mí, con un vale por una chamarra, con la letra inequívoca de mi mamá.

Si hoy le escribiera una carta a los Reyes Magos, qué le pediría, me pregunto. Lejana escucho la voz de mi madre. Tomo una hoja simple, un lápiz y sueño con dos palabras: conciencia y plenitud para todos.

Edmée Pardo para Opinión51

Anterior
Anterior

65. Leer la pelota

Siguiente
Siguiente

63. Leer el vuelo de las aves