Sopa de verdura

 
 

Le repatea, le rechoca, le revienta la sopa de verduras. Le da asco la calabaza con textura de baba, la zanahoria flotante en el caldillo rojo, los arbolitos de brócoli ahogados. Pero su madre le ha dicho que se la tiene que terminar. No se puede levantar de la mesa hasta que no coma esa sopa ya cuajada de tan fría. No hay negociación, el reloj del comedor marca las seis, el plato sin tocar. Otra tarde más así, en la mesa de la casa un niño dormido frente a la sopa de verduras, una madre que lo despierta con un cinturonazo mientras lo obliga a atragantarse el potaje. Es el final del día para el infante, se va a dormir. Mañana de comer habrá lo mismo.

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