Té madrugada 191

 
 
 

¿Me escuchas?, preguntó mi mamá en voz leve una madrugada en que preparó un té en un cuarto de hotel que compartimos y quería ofrecerme una taza para acompañar el jet lag. Ni modo de no escuchar su voz; el repiqueteo de las tazas y los platos, el hervor de la tetera y los demás sonidos del preparativo no me dejaban dormir, a pesar de su sigilo. Me dio tanta risa su pregunta, por lo absurdo, que esa frase quedó como parte de nuestras complicidades. Bebí de lo más contenta esa infusión.

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