Té madrugada 12
Nuestra relación empezó con la primavera: las pieles libres, sin cobija. Amanecíamos dentro del aroma de nuestros sueños, que pernoctaban sobre la humedad del sexo. Luego nos cubríamos con el cuerpo del otro, hasta que en el otoño empezamos a sentir frío. Pasamos a la manta, al pijama de franela, a los calcetines. En esas fachas, con libro en mano, bajo la luz del buró sentía que llevábamos toda la vida juntos: miles de años siendo pacíficamente los mismos. Pero los ciclos se cumplen y volvemos a nuevos principios, a la sed de media noche, a la desnudez del cuerpo, a la invención de lo ya conocido, a las jacarandas que estallan el cielo y que adivinamos desde tu cama.