Té madrugada 126
Nos despierta el gemido de la vecina. Desde el departamento de arriba los ecos del romance viajan por el cubo del edificio. Los escucho pensando que algo así yo nunca he sentido. Después se oye música, que trata de ocultar la intensidad del fornicio. Mi hombre y yo nos reímos. Oye, le reclamo traviesa, tú no me sacas esos gritos. Me besa con el aliento de la madrugada. Me quita el pijama tibio. Arriba, la acción ha llegado al fin. En nuestra cama, comienza a amanecer.