Horario de verano
Horario de verano, días engrandecidos
Ya casi nadie se queja sobre el horario de verano aunque sea un ajuste en el tiempo del reloj y del cuerpo. La verdad es que yo disfrutaba mucho del horario astronómico porque gustaba de ver los cambios en las personas y la luz a la misma hora. En enero, por ejemplo, a las siete de la mañana toda la gente en la calle era un bulto de cobijas y suéteres. A la misma hora un mes después, los bultos adquirían formas humanas, y poco a poco iban saliendo los brazos y las piernas para en abril ver muy temprano en la mañana a tanta gente animada para la jornada. Con el horario de verano mi cuerpo tiene que hacer un ajuste porque de despertar todos los días a las siete de repente ando una hora tarde. Pero hay una sensación que me gusta de estos días largos en que la luz me acompaña por más horas, llega más tarde la noche y por eso llega más tarde mi noche.
A los 78 años, cuando Benjamín Franklin era embajador de Estados Unidos en Francia, escribió una carta a su amigo Antoine Alexis-Francois Cadet de Vauxcois, editor del Journal de Paris, donde reflexionaba sobre el uso de la luz artificial y natural. El texto publicado el 26 de abril 1784, An Economical proyect, es el antecedente que hoy conocemos sobre el horario de verano.
El Señor Franklin olvidó cerrar una noche la contra ventana de su habitación y cuál fue su sorpresa cuando vio que el cuarto estaba lleno de luz a las seis de la mañana del día siguiente. El sol salía antes durante los meses de verano y reflexionó sobre cuánta luz desperdiciada. Dijo que ese amanecer algo despertó en su cabeza y entonces propuso el ahorro de aceite y cera para las familias parisinas adelantando una hora su reloj.
La idea no prosperó en la Francia de entonces y fue retomada a principios del siglo XX por el constructor inglés William Wellet, pero fue hasta la primera guerra mundial, con el encarecimiento de combustibles, que se aplicó el proyecto de horario de guerra –así se le llamó entonces– en Estados Unidos, Gran Brteña, Australia y Alemania para conservar energéticos. Con la segunda guerra mundial el plan se retomó de modo desordenado y hoy, 90 años después, se sigue esa costumbre en casi 70 países.
En el caso de México, el Horario de Verano (establecido por decreto presidencial en 1994 y con antecedentes en el estado de Baja California desde 1942, la península de Yucatán en 1981, los estados de Durango, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas en 1988) logra reducir el consumo de energía eléctrica en la iluminación de más de 23 millones de hogares, sobre todo en las horas de mayor demanda de electricidad, que son las primeras de la noche, al diferirse la hora de encendido de la luz en las horas pico, cuando los costos para producir electricidad son más elevados porque la mayoría de los usuarios demandan energía eléctrica al mismo tiempo y se requiere poner en marcha todas las centrales generadoras del país. En 2004, la aplicación del Horario de verano permitió un ahorro de energía eléctrica equiparable al consumo anual individual del estado de Baja California Sur, lo que equivale más inversiones en nuevas plantas de generación.
Aunque se supone que los beneficios del horario de verano son sólo económicos, muchas personas consideran positivo tener más horas de luz por las tardes para realizar actividades al aire libre y estimular la convivencia. Quizá sea por los efectos de la luz solar en nuestro ánimo o quizá sólo sea una mera percepción de las cosas, pero durante el horario de verano los días se engrandecen y con ellos la sensación de la vida.