Juan Darién de Horacio Quiroga

La primera vez que tuve una experiencia lectora fue en secundaria, producto de una tarea escolar. Leímos varios cuentos de Horacio Quiroga. Solo recuerdo el de Juan Darién. Sentí emociones que no me eran propias, que estaban creciendo a la luz de esas páginas. Descubrí la empatía, la resonancia, la identificación que provocan algunas historias, aunque no con esas palabras que hoy uso para nombrarlas. Sufrí la doble orfandad del personaje: cuando es tigre y cuando es niño. Padecí la crueldad del pueblo, me dio pavor la sangre del tigre que brotaba a latigazos. También lo vi reponerse, vengarse y despedirse de la que fue su madre. Qué impacto. Puedo nombrar el lugar donde estaba, evocar el sillón tapizado con una tela floreada, la hora del día. No sé si pasé o no algún examen o control de lectura de comprensión. En esa época de mi vida el brinco de las hormonas comandaba mi vida y los estudios me importaban muy poco. Pero por primera vez, en conciencia, en el momento de la lectura y no años después (como pasó con La gallinita roja), tuve una alteración provocada por un libro. Esa fue el primer paso en mi camino como lectora.

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