23. Leer para nutrirnos

 
 

¿Hay que leer a los clásicos?, me pregunta la conductora de un programa de radio, ¿siguen siendo importantes? No de entrada, no siempre, no todos, respondo y tomo el tiempo que dura el corte comercial para explicarle con un símil.

Primero hay que saber para qué y por qué leemos. Pensemos en la comida. Comemos para nutrirnos, por placer, para socializarnos, para curarnos con determinados alimentos. Lo mismo con leer. Leemos para nutrirnos con las palabras y las historias, se expande el entendimiento, la imaginación, la empatía. Leemos por placer, para asomarnos a otras vidas, para pasar un buen rato, para distraernos. Leemos para socializar, para tener de qué hablar con otros, para establecer puentes de comunicación, como punto de partida en un vínculo. También leemos para sanar, para echar una mirada al interior y balancear nuestra química corporal y mental. Si esto es así, también sabemos que ningún bebé puede digerir un asado de carne o un mole. Empezamos a alimentarnos con leche materna o de fórmula, la que mejor digiera nuestro organismo; luego nos mudamos a las papillas, poco a poco a alimentos sólidos, a diferenciar y degustar distintos sabores, y unos años después, quizá, a los platos fuertes. Los mismo pasa con los libros, leer el Quijote en la primaria es como morder un chamorro a los 7 meses, casi imposible de masticar y digerir. Y cuando digo siete meses no me refiero a la edad biológica sino a la capacidad del sistema digestivo para asimilar y eliminar lo que hay en cada plato. Hoy más que nunca estamos conscientes de las alergias y las intolerancias a ciertos alimentos. Hay personas a las que determinados platillos no sólo no les sientan bien, sino que les causas reacciones contraproducentes.

Una persona que no lee es una persona desnutrida, con un sistema inmune débil, poco hábil para ciertas demandas de la vida, con una ausencia notable y notoria. ¿Puede sobrevivir? Sí, pero no tiene las herramientas ni disfruta de un área de la vida que solo aporta la lectura. ¿Recomiendo leer a los clásicos? Sí, si tenemos un sistema digestivo, de apropiación, reflexión y entendimiento para un plato fuerte. Si no, empecemos por las papillas, el huevo tibio, fruta picada. ¿Cuáles son los equivalentes a esos alimentos suaves en la literatura? La novela gráfica, los cuentos contemporáneos, las novelas breves. De los autores que cada lector prefiera. Un buen libro lo hace su lector, no su autor. Un buen platillo lo celebran los comensales, no el cocinero.

Yo disfruto de frituras y comida chatarra, lo mismo que de smoothies súper balanceados y nutritivos, como de unos tacos en la esquina, o un brisket que requirió nueve horas de cocción. Me gusta la variedad, preguntarle a mi estado de ánimo que desea leer y no que “debe” leer. Si quiero leer a los clásicos, me animo. Si me parecen lejanas esas obras, busco a alguien que me acompañe en la aventura, del mismo modo que invito a alguien a un restaurante nuevo. NO importa qué, no importa cómo, lo importante es seguir leyendo.

Edmée Pardo para Opinión51

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