70. Leer la amazonia
Leer la amazonia
Suceden dos cosas de manera simultánea para adentrarme, desde muy lejos, en la Amazonia. Por un lado, el extraordinarísimo e imperdible libro de Elian Brum, Amazonia, viaje al centro del mundo y la no menos extraordinaria exposición fotográfica La amazonia, desde la lente de Sebastiao Salgado que se exhibe en el Museo de Antropología.
El libro me dejó muda de fascinación y también con muchas ganas de encontrar la palabra garra para rasgar el mundo. Hablar de la Amazonia como centro del mundo no es un juego de palabras ni un llamamiento retórico, nos dice Eliane: el 60% de la selva tropical del mundo está en Brasil y de ella depende nuestra supervivencia. Existe una guerra en marcha entre los que defienden el desarrollo y los que luchan en contra de sus implicaciones. Hay que decidir con acciones y palabras de qué lado estamos, como lo hacen Eliane y Sebastiao.
De la selva de la que habla Eliane es la que Sebastio permite ver en su gente y en los paisajes donde no sé qué es más impresionante si el objeto fotografiado o la fotografía en sí misma. Ambos, “hombres blancos que buscan desblanquearse” en lo posible al no ser parte de los hombres “comedores de la selva” porque no se puede ser blanco y bueno en ese mundo. Se necesita adquirir otro color, en la piel o en el pensamiento, para entender la Amazonia desde adentro. Mientras algunas personas se entintan color tierra, hay registros de que en varias partes de la selva tropical las mariposas pierden su color: ya no son rosas, verdes, púrpuras o azul, se mimetizan para sobrevivir, de algún modo se blanquean y ya y son pardas y grises como las cenizas de sus incendios y carreteras.
La Amazonia sabe que una ciudad moderna es la ruina de la naturaleza; que los nativos que cazan una tortuga, comen una tortuga; que los bancos cazan una tortuga comen carne de tortuga.
¿Cuántos años tienes?, pregunta Eliane a sus entrevistados. Cuarenta y un años, al siguiente 25 y al siguiente 80. El número no les dice nada en esa tierra de verdes y ríos vivos. Cuando vuelve a preguntar y la respuesta tiene una secuencia numérica consecutiva, sabe que son personas que han sido deforestadas también del pensamiento.
Eliane cuenta desde el cuerpo porque la Amazonia se vive desde el centro de la existencia, transforma y la vuelve otra. No es la periodista objetiva que da cuenta de una realidad; es una persona con tanto oficio que puede entender que las plantas también son personas vegetales, que los monos son personas chango, que hay pájaros persona y desde ahí tienen derechos humanos: la especie no los hace menos ciudadanos del mundo en que viven.
La obra de Sebastiao Salgado es poderosa y contundente, la conocí antes en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, con unas piezas monumentales de piso a techo; ahora son piezas más compactas curadas de un modo tan impresionante como el paisaje: para donde mires hay algo que ver, una luz, una silueta que llama. Hay que ver y leer la Amazonia para con esa mirada de pájaro, mirar nuestra tierra.
Edmée Pardo para Opinión51