54. Leer los volantes
Leer los volantes
Me caen mal los volantes impresos a todo color que se acumulan en el buzón para vender, la mayoría de las veces, asuntos que no son de mi interés. Pero algo hay en el colorido que termino hojeándolos, enterándome de esa oferta increíble que no es para mí. Ahora, esos volantes también llegan por mensaje al celular, a las páginas de navegación en la red, a media proyección de un video de youtube, los peores son los que se reenvían a los chats con la mejor oferta de un filtro de agua o de un curso. La mayoría son publicidad, pero algunos, lo menos, son información valiosa. ¿Cómo distinguirlos? Si yo supiera aquí mismo les diría. Creo que una pista es la sobriedad de colores. Fue por eso que me detuve en un tríptico que llegó al buzón del edificio donde vivo anunciando un proyecto inmobiliario. No versaba sobre la venta de departamentos u oficinas que ahí van a construirse, sino sobre las juntas informativas de lo que sucederá en la esquina de mi casa en los próximos 7 años. No sé si son con el fin solamente de advertirnos o de causar pánico para que corramos en el tono sálvese el que pueda. Es la primera vez que me topo con un proceso así y es que cuando las obras son de enorme magnitud, 150 mil metros cuadrados en este caso, parte del proceso incluye la consulta vecinal.
Se trata de la construcción de uso múltiple, centro comercial con cines, oficinas, hotel y departamentos para la vivienda. Del tamaño de una cuadra, once pisos hacia abajo y 16 para arriba. Un proyecto que los siete años que dure la construcción, traerá a mi esquina 7,500 trabajadores al día. No hablemos del tráfico porque además hablan de cambiar el sentido de las calles, el ambulantaje que generará, y lo inseguro que se vuelven las viviendas cercanas a construcciones grandes. ¿Y el agua? El suministro y el manto friático. Estamos en una escasez de agua tremenda, a horas del día cero para que no haya agua en la Ciudad de México, el drenaje está rebasado y en época de lluvias las coladeras son fuentes de aguas negras. ¿Cómo pueden autorizar estos proyectos? Porque autorizado ya está, la única instancia que puede detenerlo es la Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México.
Hablo con mis vecinos, envío mensajes a personas cercanas a la cuadra, ninguno queremos un trasatlántico de cristal ahí estacionado. No me opongo a las nuevas construcciones ni a la gentrificación, ni al cambio de rostro de las ciudades; eso solo habla de que es una ciudad viva. Pero un proyecto de esa magnitud no tiene el más mínimo sentido. ¿Puede ser lo mismo, pero de seis pisos?, ¿ocho? Cuando era joven leí cómo la construcción de ejes viales cambió el trazo de la ciudad y sus repercusiones en la vida cotidiana de los habitantes. Los viejos que antes podían cruzar la calle ya no pudieron atravesar un eje vial. ¿Seré ya una de esas viejas? Pero lo ejes viales, independientemente de las afecciones personales, tenían como objetivo el bien común, el bien mayor. Esto afectará negativamente a muchísimas personas y positivamente a las menos. ¿Qué hacemos?
Y así como dinero llama dinero, lectura llama lectura y me sigo por esa vía buscando un faro que me oriente. Ya hay mantas que se oponen a la megaobra en Palmas 915. Ya estoy en el chat de la organización vecinal, ya hago espacio en mi agenda para ir a las juntas, ya mi manera de caminar la calle es otra. Y todo porque me fascina andar leyendo.
Edmée Pardo para Opinión51