6. Otra manera de contar

 
 

Érase una vez que las historias se contaban de una sola manera. Con una estructura conocida como aristotélica –planteamiento, desarrollo, nudo y desenlace—y con énfasis en la construcción de los personajes que sostienen la anécdota: protagonista y antagonista. Estábamos acostumbrados a leer, escuchar y escribir todo aquello que confirmara la visión de mundo dominante, con las ventajas que eso supone para unos y desventajas para otros. Muuuuchos años después se empezaron a buscar otras maneras de relatar las cosas como discurso alternativo con el objetivo de entender y acomodar desde ángulos no convencionales. Un atrevimiento que rompió la cronología del tiempo y la unidad del espacio; que desarrolló personajes diversos y conformó una voz que no se mantiene como omnisciente o primera persona, donde se funde la voz autoral con la del narrador; que dio visibilidad a autores y formatos marginados por género, raza, nacionalidad, preferencia, postura política y un largo etcétera.

Hoy es menester contar historias de un modo diferente no solo como búsqueda estética, sino como respuesta para construir otra narrativa donde sobresalgan puntos de vista antes no expuestos. Es fundamental que se abra la pluralidad de registros para hablar de las muchas maneras que hay para hacer y vivir; solo así podemos hablar de las maternidades, las infancias, las masculinidades, las políticas, las educaciones, las familias, aquí va otro largo etcétera, porque el mundo merece crónicas vastas y múltiples como es su naturaleza. Lo que propone este impulso no es solo una manera distinta de recrear, sino de ver y actuar frente a una realidad. De ahí que hayan surgido hibridaciones técnicas y estilísticas en las que sobresale la necesidad de expresarse desde otro lugar, con énfasis y silencios, y no como se escribía cuando Érase una vez.

Parte de ese ejercicio es justamente este espacio, Opinión 51, cuya razón de ser es ampliar, que no eliminar, lo que ya existe y “aportar otros ángulos a las narrativas actuales”.

A un lector no interesado en la ampliación del panorama, todo lo que sucede en ese “universo paralelo” le sorprende, lo cuestiona, busca reordenarlo y regresarlo al corral. Un buen lector, que como tal es coautor del texto, puede preferir ciertas maneras de escribir y contar, y está en su absoluto derecho de coincidir o disentir con la obra que lee. Hablábamos ya de la lectura como una experiencia pluripotencial con la belleza y el riesgo que eso implica. Pero, quizá, frente a un texto que le cause incomodidad pueda preguntarse a qué se debe la elección de tal recurso o el soslayo de otro. ¿Qué hay detrás de cada párrafo, de cada idea, cuál es la intención? ¿Qué hay detrás de mi incomodidad? Quizá algo que no he visto, quizá algo a lo que valga la pena que me asome. De cualquier manera, puede no gustarle o tener otras preferencias, pero habrá metido el pie en las aguas de las narrativas alternas con ganas de comprender.

Lo que ya sabemos es que un creador que usa las palabras para hacer visible una historia tantos años silenciada incomodará a varios como lo han hecho las obras que marcan la historia.

Edmée Pardo para Opinión51

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