7. ¿Por qué no leemos manuales, instructivos, artículos y mucho menos las leyes?

 
 

Las estadísticas dicen que en México la población lectora (mayores de 18 años) consume diversos tipos de materiales de lectura: libro, revista, folleto y publicaciones digitales. Y que, en promedio, hace efectivos 3.9 libros al año.

Según el MOLEC, el Módulo sobre lectura del INEGI, en el reporte del año en curso, el 44.1 % de los mexicanos lectores lee por entretenimiento; el 23.8%, lo hace por trabajo o estudio; el 20.7, por cultura general; 10.1 por religión; y el 1.4, por otro motivo. Lo interesante de este dato es que no habla del contenido sino de los motivos. Puedo clavarme con un libro sobre glucosa porque me entretiene saber de alimentación, porque soy nutrióloga y ese es mi trabajo o porque tomo metformina, es decir por salud, razón que no sé si entra en cultura general, otro motivo o habría que incluir ese indicador. La enorme cantidad de material sobre salud emocional, física y mental es abundantísima y mucha gente lee para encontrar la manera de sentirse mejor.

Solo por asomarnos, el 44.6 la población no lectora aduce su no lectura a la falta de tiempo; el 24.4, a falta de interés; el 14.8 a que prefiere otras actividades; el 1.7, por falta de dinero y el 0.4 por otro motivo. Aquí, también habría que añadir que la falta de salud es otro motivo por el que no se lee: problemas en los ojos, falta de lentes, dolores articulares, dolores de cabeza y déficit de atención son un gran obstáculo para leer.

La cuestión es que ni los que leemos, leemos lo que se conoce como literatura instructiva. Ese no es un dato del MOLEC sino uno salido de mi observación y experiencia y calculo que el porcentaje es menor al 1.4 y cuando lo hace es porque está en problemas.

Sabemos que la lectura además de ser una experiencia gozosa es una forma de adquirir conocimiento de cualquier índole: emocional, técnico, fantasioso, cultural. Pero, la pregunta es, por qué no leemos aquello que se supone nos será de utilidad práctica en la vida cotidiana, ¿por qué no nos mueve esa lógica? Por soberbia, explican a quienes cuestiono. ¿Para qué leo el instructivo de la plancha, si ya sé cómo funciona? Contra argumento que ahí dice que la plancha usa agua del filtro y que el usuario  se entera, la mayoría de las veces, cuando se oxida la base metálica.

Mi hipótesis es que no leemos publicaciones instructivas por ignorancia y porque cuando lo hacemos solo se amplía el charco negro de todo lo que no sabemos. Por ejemplo, para qué leo los ingredientes de un champú si no sé lo que es un parabeno. Si no sé la diferencia entre wataje y voltaje, entre artículo y código, entre ley retroactiva y ley secundaria, me quedo un poco en las mismas. El tema es que todos esos contenidos requieren de nociones previas y complementarias que me ayudarían a interpretar lo que ahí se dice y a sacar conclusiones.

La lectura instructiva, en México, sucede más de manera reactiva que preventiva. Se leerán los manuales de la plancha, del auto, el código civil, solo cuando se tenga un problema, que según la ley de Murphy seguramente sucederá.  Hace poco multaron a una joven por llevar cerveza en el carro y cuando muy valiente alegó que nunca la habían detenido después de hacer la compra, el policía reviró que según el reglamento de tránsito, que muy pocos hemos leído y que solo entonces ella consultó, puedes transportar alcohol cerrado, pero nunca abierto. Por cierto, no he dedicado el tiempo que merece a las 600 páginas del manual de mi coche porque no hablo híbrido y no sé si quiero aprenderlo. Finalmente, supongo que con que sepa echarlo a andar es suficiente. Y sí. Hasta nuevo aviso.

Cuánto nos ahorraríamos en construcciones inútiles si conociéramos la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos que se promulgó en 1972, ya no digamos los milagros que obraría si nos asomáramos a la constitución.

Edmée Pardo para Opinión51

Anterior
Anterior

8. Leer las imágenes

Siguiente
Siguiente

6. Otra manera de contar