Miércoles de libro club

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Duración:
Hora y media, un miércoles al mes, de 20 a 21.30 hrs.

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  • Vengo de una familia de grandes lectores: mi abuelita de 89 años, el mayor de mis tíos, mi propia madre, todos ellos son lectores voraces. Mi primera memoria con libros es, antes de los dos años, cuando mi mamá me sentaba en la nica y me daba cuentos para entretenerme. La primera biblioteca que se atravesó en mi vida fue la de mi tío Diego; leí Los tres mosqueteros, amé Tom Sawyer y La isla del tesoro. Tengo la colección completa de Sissi Emperatriz. Enid Blyton fue un gran descubrimiento y gracias a las aventuras de Los cinco, a los 11 años quería, de grande, ser detective.

    He sido amada y odiada por mi pasión por los libros: en primaria era la que más palabras leía por minuto para la admiración de todos mis amigos. Pero en las reuniones y viajes familiares mis primos se encargaban de hacerme saber, cada vez que me veían con un libro en las piernas –lo cual era prácticamente todo el día–, que leer era tiempo perdido, un desperdicio a la naturaleza y a la compañía de ellos.

    Ahora estoy en un Taller de Lectura Comentada y soy feliz, después de años y años de leer muchas cosas intrascendentes, estoy descubriendo libros hermosísimos que tocan mi alma y corazón. Hay una parte de gran satisfacción pues tiempo hacía que no leía la cantidad de libros que he leído en este año, como 32.

    Leer es una gran pasión que me ha acompañado siempre.

    – Mónica Mejía, comunicadora, traductora, maestra, lectora.

  • Comencé a leer antes de entrar a la escuela. A diferencia de las personas, los libros se ofrecían con sus páginas abiertas y me permitían entrar en mundos que de otro modo permanecían inaccesibles. Podía viajar, soñar, imaginar lugares que no podía visitar, encontrar personajes ausentes en mi limitado universo. Leer era explorar escenarios, vivir aventuras, presenciar dramas, disfrutar los triunfos. Así me convertí en una niña lectora. No fui muy sociable y debo mencionar que crecí sin televisión.

    Hoy, leer significa salir de los confines de mi propio ser y recorrer otros horizontes, ser otro, experimentar las pasiones de otros, ser observador y al mismo tiempo estar en el lugar del protagonista. Leer es vivir intensamente y a la vez guardar la seguridad de poder cerrar el libro y decir ‘No quiero continuar’.

    Marcela Sánchez-Darvasi, psicóloga y lectora.

  • Leer es para mí, sobretodo, viajar al interior de otras almas reflejado en los personajes, como pretexto para viajar al interior de la mía propia.

    Cuando leímos El Corazón de las Tinieblas, en el grupo de Edmée, simplemente no terminé, no pude acompañar a Marlon cuando se fue adentrando en su viaje de oscuridad y locura porque en ese momento no tenía yo la fuerza para atravesar mis propias tinieblas. Leer Océano Mar y encontrar cómo pueden superarse los dramas más complicados de la vida y que la sanación al final está en el mar, en el fondo de una misma, fue una revelación.

    Leer acompañada ha sido una experiencia hermosa porque las mismas palabras nos susurran al oído cosas diferentes a cada una de nosotras; sé que es reflejo de lo que cada una de nuestras almas atraviesa en ese momento. Escuchar cuántas distintas maneras de ver la vida existen, ha sido para mí la mejor terapia, leer así es mucho más interesante y divertido.

    – Adriana Viveros, ingeniera industrial, ejecutiva, lectora.

  • Leo porque los libros me llaman. A través de sus palabras, sus escondrijos, su musicalidad, establezco pactos secretos que me guiñan el ojo, me seducen, me prometen. Desde que aprendí a leer me recuerdo acompañada de un libro, desde Mi mamá me mima hasta Infancia de Coetzee, desde la vida de otros hasta mi propia vida, pasando por diferentes épocas, países, olores, sabores.

    Leer es un refugio donde me protejo de lo cotidiano y me abismo entre palabras que van tejiendo, tanto en mi fantasía como en mis vísceras, un manto que a veces arrulla, otras raspa, otras envuelve como capullo y otras asfixia. Leer y compartir el calidoscopio de lo vivido, lo sentido, lo rechazado, brinda nuevas dimensiones a la palabra, crea corrientes que comunican y hacen de la lectura algo aún más entrañable

    Hay libros tan diferentes como son sus contenidos. Algunos enamoran con sus texturas; otros repugnan, abren las entrañas con su dolor filoso. Muchas veces me provocan sensaciones tan violentas que los rechazo para acogerlos después, devorarlos y hacerlos míos. Algunos otros avasallan, nos revuelcan como las olas en mar abierto, dejándonos sal en la piel, en los labios.

    – Gabriela Ruiz, terapeuta infantil, lectora.

  • Cuando empecé a leer me faltaron libros para seguir leyendo hasta que nos cambiamos de casa, cerca de una librería de Cristal. Yo le decía a mi mamá que iba a la papelería pero me metía a la librería y rondaba la sección para niños. Fue cuando dejó de importarme que mi hermano no me prestara su libro de aviones de la Segunda Guerra Mundial. De tanto ir a la librería, me hice amiga del encargado quien me dejaba leer aunque no le comprara. Recuerdo que eran historias de detectives, en pasta dura, los que me retenían un buen rato de la tarde. Entonces, ahorraba los domingos que me daba mi papá hasta que tenía dinero suficiente para comprar un libro. En lugar de adquirir uno nuevo, lo que hacía era comprar el que ya había leído. Ahora, no puedo entrar a una librería sin dinero porque cada vez que entro a una salgo, por lo menos, con un ejemplar en la mano.

    – Lourdes Contreras, ingeniera química, bibliotecaria, promotora de la lectura, lectora.

  • Uno tiene como formación básica el aprender a leer y a escribir en los primeros años de vida, bajo el supuesto de que serán herramientas para abrirse camino. Es un hecho que esa habilidad se obtiene con instrucción y disciplina. En mi caso muchos años después de haber aprendido, descubrí el verdadero sentido de dichas actividades: el placer.

    Se empieza leyendo por obligación formativa y en ese interés es muy probable que se encuentre la necesidad de la palabra, una vez encontrada se vuelve placer y ése es mi caso. Cuando entendí aquello de que “en el principio fue la palabra”, le di otra categoría a la palabra no sólo como elemento de comunicación, hablada como viento cargado de matices o escrita en el caso de la lectura.

    Al tener conciencia de que la actividad de adorador de palabras estaba en mí, busqué y sigo buscando cómo disfrutar más y más de la lectura: han sido amistades, talleres, diplomados, autores y más autores, los que me siguen dando impulso para continuar con el placer de leer. En ese gusto me he confabulado con escritores de todo tipo y de todos los tiempos, he hecho algunos libros míos y no me refiero sólo a nivel de posesión, son cabecera para sueños que intento volver vida, o si sólo pueden ser placeres oníricos los tengo al alcance de mis manos y frente a mis ojos para convertir las palabras prestadas hedonismo en mí.

    – René Estrada, empresario, lector.

  • ¿Por qué leo? Busco pistas que me ayuden a encontrar respuestas. Me sucede con frecuencia que en un libro encuentro pasajes donde con una claridad asombrosa leo algo que no había acertado a ponerlo en palabras. El tenerlo por escrito me ayuda a trasladar la idea del autor a mi situación particular y así encontrar soluciones o bien, descubrir que no hay tales. Me aclara la mente. Y esto es invaluable pues descubro que nunca estoy del todo solo cuando tengo un libro al alcance. En los momentos más difíciles he recurrido siempre a la lectura y puedo decir, porque lo he experimentado, que el alivio y el bienestar es inmediato. Por supuesto, también leo por el sólo placer de hacerlo… no siempre tiene que haber una búsqueda o una cura en ello.

    – Víctor Cuartero, empresario, lector.

  • Hay de libros a libros. El encantamiento total, con locura de por medio, se lo debo a Si una noche de invierno un viajero, es de esos que no quieres terminar de leer porque temes ya nunca encontrar algo tan perfecto. Luego existen los escritores que te causan adicción. Me leí todos los libros que pude conseguir de Michel Tournier, ahora en mi memoria todo está mezclado y ya no sé qué personaje está en qué historia. Después están los libros íntimos, los que quieres subrayar pensando que si lo haces quizá no se te olviden los sentimientos y pensamientos que crees te ayudaran a ser mejor persona. Por último están los libros que desafían al intelecto, los que narran cosas o mitos tan poco conocidos que tienes que regresar una y otra vez al inicio. Como nunca he sido buena para entender lo que está entre líneas, prefiero un libro que me cautive desde el principio y porqué no, que me saque lágrimas de cocodrilo.

    – Yolanda Michel, arquitecta, montañista, pintora, lectora.


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