Cinco minutos más
Cinco minutos más, suplica a los dioses, al reloj, al tiempo. Cinco minutitos nada más para compensar el desvelo, se dice a sí mismo, y se acurruca entre las cobijas.
La cama se convierte entonces en un montón de nubes suaves y él en un bebé recién bañado y entalcado. Se siente guapo, mimado y con olor a Nenuco. Con ese ánimo abre los ojos y los cinco minutos se han extendido en una hora. El hombre toma conciencia de quién es, el tiempo y el día en que vive. Salta velozmente de la cama y, rumbo a la ducha, se va quitando el pañal.