¿Cómo era su cuna?

 
 

Estuvo pensando en su vida durante ocho años, cincuenta minutos a la semana, en una reflexión con ayuda de psiquiatra. A pesar de horas de diván y entender el porqué y las figuras del exmarido, los hijos, el padre y la madre, la seguridad familiar, y hasta de interpretar algunos sueños, no logró saber qué era lo que le hacía sentir un ladrillo en el pecho. Aprendió a vivir así, a aceptarse, diría el doctor. Hasta que hace unos días, en una tienda, escuchó a dos mujeres hablar sobre cunas y las palabras cayeron sobre el tabique del pecho. Ella se preguntó entonces algo que no tenía importancia: ¿cómo era su cuna? Recordó el mueble porque ahí durmieron sus otros hermanos, el osito verde dibujado en la cabecera blanca, incluso la cobija afelpada. Pero de su cuna personal no recordó nada, no supo cómo se sentía, qué le daba. La invadió una sensación de desamparo y en el almacén se puso a llorar.

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