Mi hermano

 
 

Mi hermano otra vez está en cama. Van setenta y dos días en esta ocasión y aún falta carne y piel por regenerarse. Cada vez que vuelve a la cama yo quisiera ser sus pies y andar los prados que él no puede, quisiera ser sus piernas y levantarlo para que mirara lo grande que es, quisiera ser sus manos para anudar cada trozo de la vida. Lo único que puedo es acompañarlo, verlo ahí, donde hoy más tiempo lo he visto. Al rato dejará la cama y saldrá con la fuerza de una bala a edificar, a latir, hasta que, inevitablemente, vuelva a recaer. Cuando esto sucede, lo que más quisiera es tener su espíritu: siempre que lo visito me lanza una sonrisa desde su cama.

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