Té madrugada 16
Me despierta el llanto de un niño. No es un bebé que tenga hambre o no pueda dormir. Es un niño mayor, desesperado, a quien nada calma. El dolor que se oye en esa voz es tan grande que no atino a relacionarlo con nada. Proviene del edificio de junto y no para. Sabemos que no todos los niños están a salvo en sus casas, que las familias no siempre son el resguardo que esperamos. ¿Iré a buscar ayuda, llamaré a la patrulla? Me da miedo pensar en lo que desata ese lamento que de pronto se calla. La noche vuelve al silencio cómplice. Me quedo alerta el resto de la madrugada.