Té madrugada 9

 
 
 

Tuve una pesadilla, te digo llorosa. Es horrible, ya me quiero ir a mi casa. Acercas tu pecho y me refugias en tus brazos, me besas la sien, acomodas el cabello. Me tranquilizan tu tibieza, la quietud con la que vuelves a conciliar el sueño –yo he despertado por completo y los diablos de la noche naufragaron del otro lado–, pero sobre todo, lo que pronunciaste con voz clara: ésta también es tu casa. 

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