Té madrugada 54

 
 
 

El  largo pasillo de la tienda ofrece una enorme variedad de tazas. Están vivas: me hacen guiños, saben mi nombre, me llaman. Las miro embelesada y con miedo: las aprecio en su tamaño y diseño, pero todas quieren irse conmigo y yo no tengo un espacio tan grande para darles cobijo. No voy a comprar ni una taza más, me digo. Sé que llegarán las que encuentren su camino en las manos de mis amigos.

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