Té madrugada 114

 
 
 

Aceite de lavanda, recomienda una nueva amiga que sabe de las bondades de la naturaleza. Lo frotas en las manos, lo respiras y dejas que entre profundamente en tu cuerpo. Sigo sus instrucciones y, esperanzada, me meto a la cama. No duermo mejor, pero sí descanso más. Me gusta el remedio. Lo integro. Ahora hay una botella en mi buró, y cada noche me regala dos gotas. Quizá con el tiempo la imagen de un sembradío verde y morado me susurre historias para dormir.

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