Té madrugada 48
Me despierta una arcada que va de la punta de los pies a la cabeza. En un brinco estoy frente al sanitario: sudorosa, con frío. Algo intuí mientras partía la carne y la miré fijamente en el tenedor. No puse atención a que eso quería decir “mejor no” y di el bocado. Ahora lo confirmo, debilitada y de rodillas. Me arqueo de nuevo en un impulso de 130 kilómetros por hora que busca vaciarme por dentro. Desaparece mi conciencia en cada expulsión. No queda nada mío.