Té madrugada 41

 
 
 

El café llegaba a la mesa por las tardes cuando la conversación se ponía seria y cambiaba el aliento de los adultos. Los niños podíamos tomarlo, a veces, con leche, apenas lo suficiente para convertir lo blanco en beige. En cambio, el té era permitido a cualquier hora, refrescaba la boca y tenía la libertad de múltiples sabores y combinaciones. Podía tomarse frío o caliente, con aromas cambiantes según la hierba. Era el socorro para el malestar y un cómplice de la alegría cuando en las tardes jugaba con hielos y hojas danzantes en la jarra.

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