Té madrugada 36
¿Duermes?, pregunto finalmente. No, dices y quitas el pelo de mi nuca para besarme. ¿Quieres té?, preguntas dispuesto a hacerlo tú. Te escucho lidiar en la cocina con la olla, con el cajón, con las latas. Regresas con una charola que no habíamos usado para la cama. Me sorprende ver lo bien que combinas las cosas domésticas con tu sabiduría. Me siento y ofreces una taza; tomas la tuya y adoptas esa postura en la que puedes beber y hacerme un espacio bajo el brazo de manera simultánea. Me acurruco y escucho tu corazón. Es mi corazón el que palpita. No hay mucho qué decir o quizá no sabemos por dónde empezar. Apuramos el té y nos cubrimos; con los cuerpos acucharados esperamos que sea la hora de levantarnos.