Té madrugada 73

 
 
 

Una amiga me regaló un infusor de té que simula un alpinista que desciende. Pende del borde de la taza y rapelea por el interior con su carga de hojas secas. Sonrío frente a la  variedad de infusores que hacen hoy, bonitos y ocurrentes. Pero hace mucho que no veo uno como el que usaban mi mamá y mi abuela: una cuchara metálica, convexa, que se abría por mitad. Busco dónde quedó aquel portento de mi infancia, con la esperanza de encontrar las raíces de este gusto que no deja de crecer. 

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