Té madrugada 163
A veces leo en la madrugada. No tengo suficiente serenidad como para escuchar las revelaciones del silencio y estoy harta del cuerpo incómodo en la cama. Enciendo la luz, tomo el libro que duerme a mi lado, acomodo las almohadas tras la espalda y viajo a ese lugar que dibujan las palabras. Ahí vivo en medio de la noche llena de emociones y parajes. Después, el sueño me vence y duermo bajo una frazada de letras que me hace soñar.