El villano de vinil
Un dildo es un instrumento, generalmente fabricado con vinil, en forma de pene; un vibrador es un aparato en forma de dildo o mariposa o ratón, entre otras muchas que, como su nombre indica, vibra gracias a la energía de baterías o eléctrica; ambos son lo que comúnmente se llama consolador porque, a ver quién dice lo contrario, consuelan el cuerpo, el ánimo, y a veces el corazón.
Hay pruebas de que las antiguas civilizaciones fabricaban dildos de madera o de resina natural que lubricaban con aceite de oliva y, suponen los arqueólogos, se usaban para lo mismo que hoy en día: calmar el hambre del cuerpo.
Se habla de que en el siglo XIX hubo una epidemia de histeria entre las mujeres inglesas. Los síntomas eran ansiedad, irritabilidad, fantasías sexuales o excesiva lubricación vaginal. Los médicos las trataban con masajes en el clítoris hasta producirles un paroxismo histérico, término muy sofisticado que indica orgasmo. Consecuencia de ello el médico británico Joseph Mortimer Granville patentó un aparato mecánico de forma fálica como instrumento terapéutico para efectuar el masaje pélvico en forma más fácil, rápida y limpia. Cabe decir que como ni los médicos ni el aparato penetraban la vagina, no se consideraba como sexual dicho tratamiento.
El uso del vibrador tuvo tanta demanda para descongestionar los órganos sexuales y curar la histeria que el vibrador fue el quinto artículo para el hogar en ser electrificado, después de la máquina de coser, el ventilador, la cafetera y la tostadora.
Dicen que los primeros vibradores parecían un motor de la más sofisticada ingeniería en cuanto a tamaño y diseño, si los comparamos con las bellezas en utilidad y estética que ofrece hoy el mercado. Y aunque parece que fueron diseñados para que las mujeres estuviéramos relajadas y contentas, algunos hombres aprovecharon su diseño y es hoy sabido que son para cualquier persona sin importar edad, género, religión y clase social. Basta darse una vuelta por un sex shop para ver la variedad en tamaños, colores y diseños. Me divierten los que llevan el nombre de algún actor porno hecho a imagen y semejanza del modelo natural. Me animan el ojo los colores eléctricos, me dan ideas esos que tienen más de una cabeza. Hay otros que de plano me sorprenden porque ni las dimensiones de mi cuerpo ni mi fantasía llegan a esos lugares. Pero, lo que es claro, es que hay uno para cada quien.
Una amiga me dijo que su marido apodaba al dildo como el villano de vinil, pues tenía la firmeza y energía que ningún hombre podría tener sin viagra. Mi amiga explicó que no importa cuánto placer nos den estos aparatos nada suple el contacto de la piel, de los ojos, la experiencia compartida. Así, lo que fue el villano de vinil se convirtió en el héroe de vinil, compañero de su vida íntima. El vínculo creado en la experiencia sexual sólo resulta entre dos de la misma condición y por tanto una práctica no elimina ni sustituye a la otra.
Los vibradores se usan en soledad o compañía, calman las ansias o aumentan el disfrute, calientan la cama de la pareja aburrida, multiplican experiencias y expanden horizontes. Son un aparato de primera necesidad que mantiene el funcionamiento adecuado del cuerpo y el buen humor de hombres y mujeres y que lamentablemente se ha vinculado a la moral relajada y la pornografía en lugar de a la salud sexual.