17. Leer a Peter Pan y la sombra del país.
Peter Pan es un niño que odia el mundo de los adultos y por eso no quiere crecer. A Peter Pan el capitán Garfio y sus piratas le roban su sombra y gran parte de sus aventuras, con Wendy y Campanita, versan sobre el intento de recuperarla. ¿Por qué no puede vivir sin ella? No sé qué nos respondería James Mattew Barrie, el autor de la obra de teatro, pero para mí la respuesta es sencilla: no estamos completos sin nuestra oscuridad. Somos luz y sombra: el contorno oscuro que proyecta nuestra masa está directamente relacionado con quienes somos; de hecho, podemos reconocernos en esa silueta.
Los psicólogos jungianos han hablado mucho de la sombra de la psique, una zona que tendemos a negar, pero que es fundamental enfrentar si queremos crecer personalmente. Según ellos cuando hay resistencia a ver nuestra propia oscuridad, empieza a manifestarse en la gente con quienes nos topamos, en las circunstancias y localidades que vivimos. El universo se encarga de que la veas o la veas, dicen ellos. De ahí la famosa frase de que lo que te choca te checa, tu adversario es tu maestro, por algo estás ahí, etc. Lo que está enfrente tiene más en común conmigo de lo que creo, y si quiero ampliar el entendimiento mío y del otro, tendría que poder comprender nuestras semejanzas. Sin oscuridad somos seres planos, sin volumen, sin concavidad.
De entrada, comulgo con esta idea. Me parece sólida y bien planteada, pero cuando la extiendo al país, al mandatario, a los feminicidios, al crimen organizado, respingo. ¿Qué puede tener que conmigo toda esa podredumbre del país? Quiero negar la teoría de la sombra, quiero invalidar la postura jungiana y sin embargo no puedo. Dicen quienes saben que todo lo que nos revuelve el estómago y nos hace sentir cosas intensas está relacionado con la sombra más profunda, la parte más inconsciente ya sea personal, familiar, colectiva, nacional.
Me pongo mi capa de valentía y vuelvo a preguntarme. ¿Qué hay mío de manipuladora, asesina, adicta, corrupta, radical? Ya sea por obra u omisión. Esta es una conversación que no quisiera tener conmigo, pero siento necesaria porque no me sirve, no nos ha servido, ver el mundo en blanco y negro, sin conciliación, sin avance. Un diálogo muy duro que necesita madurez y red de contención. No solo se trataría de verla, sino aprender a leerla y después a mover las luces para proyectar una imagen más favorable para todos. De esa manera, quizá, podría identificar qué tanto contribuyo a cualquier situación y así corresponsabilizarme. Dejaría de ser víctima de las circunstancias de mi país y desde ahí podría colaborar con su transformación. ¿Será posible que la nación pueda tener esta plática? Si no lo hacemos creo que nos quedaremos en el país de Nunca Jamás, llena de gente como nosotros, niños perdidos.
Edmée Pardo para Opinión51