16. Leer el plagio y la nariz de madera
Que tire la primera piedra quien no haya dicho una mentira, a otros y a sí mismo. Mentimos en trivialidades y colapsos financieros, mentimos a quienes nos tienen confianza y a quienes amamos, nos mentimos a nosotros mismos. “Dile que no estoy, te juro que no se lo digo, nunca he envidiado a nadie, yo nunca he mentido, yo tengo otros datos.” Toda mentira causa averías y más engaños. Pero, ¿por qué mentimos? Mentir es tan humano, como común y reprobable. Que sea parte del claroscuro de nuestra naturaleza, no lo hace aceptable. Mentir es la tentación contra la que tenemos que luchar todos los días. Todo mentiroso está convencido de que, en relación costo ganancia, vale la pena mentir a cambio de los beneficios que tendrá. Pero, como dicen quienes saben, al final la verdad siempre se sabe, el mentiroso queda expuesto y con eso, en el mundo ideal, se colapsaría su historia y sus anhelos.
El plagio es una forma de mentira. Originado en la pereza mental, en la incapacidad creativa y en la ambición de pretender ser y hacer lo que no se es y lo que no se ha hecho. Que conste que no estamos hablando de originalidad, sino de copia. La originalidad y la primicia son gemas tan exóticas como raras. El conocimiento y la creación se hacen en comunidad y, generalmente, hay una mejora continua basada en los aportes que se hacen previamente al nuestro. Por eso se dice basado en, interpretación libre de, en homenaje a, en memoria de…, como una manera de honrar a los maestros. De cualquier manera, comprobar el plagio legalmente es todo un proceso que pasa por instancias y personalidades no fáciles de encarar y hay un sinnúmero de artilugios para negarlo.
El plagio es un acto de deshonestidad creativa, académica y moral. La mayoría de las veces fruto de un negocio ilícito, donde coyotes y autoridades se hacen de la vista gorda en una alianza de descomposiciones con daños que pueden tener alcance a nivel nacional. Cuando esto sucede se pone en juego la calidad moral de la persona que lo realiza y de la sociedad que lo permite y avala. Quien plagia no solo miente, se burla de los otros, ignora las leyes y sueña con salirse con la suya a cualquier costo.
Pienso en Pinocho, el famoso personaje Carlo Collodi y del que recientemente circula una reinterpretación cinematográfica de Guillermo del Toro. La historia es más compleja que su personaje: encara la muerte de un hijo, el duelo, la fantasía. Pero el personaje central es un muñeco de madera cuya característica es que cada vez que miente le crece la nariz. Pinocho, por no tener sangre, ni alma, ni entrañas, es un ser sin conciencia: engaña a sus amigos, se emborracha, se intoxica, se deslumbra con el espectáculo. Solo cuando adquiere dimensión moral del bien y el mal se convierte en un ser humano de carne y hueso. Ahora que necesitamos líderes más humanos y conscientes, lo que tenemos son títeres con narices enormes, hechos de esa madera podrida que solo huele a naufragio.
Edmée Pardo para Opinión51