52. Leer el futuro

 
 

Leer el futuro

Les llamaban pitonisas a las mujeres que eran canal humano del oráculo de Delfos, en la antigua Grecia. Son la versión primera de lo que hoy se llama vidente o clarividente: una persona que conoce el futuro mediante los medios que mejor le parezcan: cartas, runas, café, estrellas, presencia de animales, manos… Personas conectadas con los dioses y cuyas revelaciones podrían ayudar a los consultantes a dirigir sus esfuerzos de mejor manera. Finalmente, para eso se consultaban, para tomar decisiones no al azar sino inspiradas en lo divino. Las relaciones con lo sagrado se han debilitado a lo largo y ancho del planeta, y muchos de los que se llaman a sí mismos iniciados son farsantes cuando no delincuentes, por lo que nos encontramos con muy escasas fuentes confiables, si las hubiera. A 500 años de su nacimiento, hay quienes creen que el profeta francés, Nostradamus, vaticinó con exactitud el fin del mundo y que este 2024 el cambio climático y las guerras entre naciones son exactamente como él lo escribió. Hay otros que retoman el cargo, como Craig Hamilton (61 años), un inglés que se autonombra el Nostradamus Británico, y que según sus allegados vaticinó el covid-19 y el Berxit y que predice el 2024 como una cosa de horror por desastres naturales en Estado Unidos, además de la reelección de Trump. Falso o verdadero, de cualquier manera, la incertidumbre en la vida es un diablo y queremos guía basada en certeza. Por eso, quizá, hasta hay congresos internacionales de profetas, a ver si se ponen de acuerdo.

Las pitonisas del mundo laico y científico se llaman estadísticas y mapeos a base de encuestas, tan fiables como el método que las sostiene y tan inciertas como la vida misma; tan manipulables como cualquier dato combinado al que se le presenta otra variable. Hace poco, en el proceso electoral mexicano, distintas casas encuestadoras daban panoramas disímbolos y opuestos; lo que es claro es que la más lejana al resultado real debe cerrar el changarro. Pero queremos saber el futuro, más ahora que la nube política viene cargada de lluvia; más porque paree que un par de golondrinas sí harán verano. Soñamos con estar preparados, acudirnos el miedo de lo que vendrá, como si eso fuera enteramente posible.

Mi percepción es que estamos al fin de una era; del mundo binario, presencial, mediado, limitado. Se abre el tiempo poliédrico, radical, virtual, de ia, con sus enormísimas posibilidades múltiples y desde ahí hay lectores que se animan a contar lo que descifran de los tiempos por venir. Pienso que leer el futuro es como cualquier otra lectura, depende del estado anímico y sujeta a la libre interpretación del lector casi de manera independiente de lo escrito. He estudiado otros lenguajes de lectura como el tarot y la runas; confío plenamente en la lectura de estrellas de los astrólogos con método científico; pero en ningún caso me animo a querer saber el futuro, no porque no tenga incertidumbre, sino porque he visto que la vida siempre encuentra las maneras de sobreponerse al desastre y de reinventarse, porque sé que los fines traen inicios, porque  sé que el porvenir estará lleno de matices y que siempre habrá una tarde anaranjada con los seres que amo.

Edmée Pardo para Opinión51

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