41. Leer el oleaje

 
 

Leer el oleaje

Acabo de llegar al mar. Cambio mi ropa de frío por traje de baño y sandalias. Camino a la playa. Quiero llenarme los ojos de azul egeo, los oídos de susurros, la piel de sol y sal. Me detengo a observar. Vengo a este lugar desde hace 21 años y noto que el paisaje ha cambiado: donde antes había piedras ahora hay arena, donde antes terminaba la ola hoy es mar adentro, donde antes había dos sombrillas ahora es camino rocoso; el agua dulce de la alberca sabe a mar. El cambio climático es esto: un paisaje modificado en décadas que antes hubiera tomado cientos de años para transformarse. Me detengo a ver el horizonte: el ritmo del vaivén, las boyas que suben y bajan, la fuerza de la resaca. El oleaje se lee y quienes nos relacionamos con el mar aprendemos a descifrarlo en medio de sus brillos adiamantados, sus columnas de sol y los espejismos que crea.

Hay olas que produce el viento y otras desarrolladas por el mar de fondo que son las que aman los surfistas; hay olas que quiebran a la izquierda, a la derecha o en dos picos, en relación a la espalda de quien se desliza en una tabla; hay olas con fondos de arena o con fondos de roca; se llama resaca o corriente de retorno a las olas que espumosas besan la tierra y regresan a su cuerpo de agua. La altura de la ola va de la base a la cresta, la longitud es el espacio que hay entre las crestas, la frecuencia es el número de crestas que suceden por minuto. Todavía no entiendo el concepto de vaguada, pero no se aprende a leer en un día y la lectura procura acercamientos sucesivos, nunca inmediatos.

Las boyas simples son el gran mecanismo lector. Si me paro siempre en el mismo punto, a simple vista puedo ver la elevación y rapidez para indicar altura y dinamismo. Eso, junto con la intensidad de la espuma y la fuerza del oleaje, me invita o me aleja de un clavado. Pero las boyas más sofisticadas, que usan institutos y gobiernos, son un instrumento que monitorea las condiciones del mar: marea, perfiles de corriente a distintas profundidades, calidad del aire y del agua, velocidad y dirección del viento, temperatura y humedad, presión atmosférica, radiación solar y UV, visibilidad.

Como en todo, mientras más vocablos tengamos a la mano, mejores lectores seremos. Mientras menos palabras sepamos, el universo marino será solo una superficie móvil que asusta o enamora.

La verdad es que yo simplemente vengo al mar, a sentir su presencia guardiana e inmensa, a corroborar que mi sistema circulatorio es una minúscula representación de su palpitación eterna. Meto los pies y un toque me avisa del contaste entre su temperatura y la mía. A veces le regalo flores como ofrenda y agradecimiento; a veces le otorgo un fruto para soltar y que se lleve a otro lado lo que ya no quiero.

Leo el mar y desde donde lo miro y lo siento, sé que soy horizonte infinito. Celebro en abundancia y armonía tanta maravilla.

Edmée Pardo para Opinión51

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