85. Leer la manosfera
Leer la manosfera
Cuando pienso que cada palabra que hoy usamos en algún momento fue un neologismo, salido de una etimología, algún uso o costumbre o la adaptación de una palabra a otra lengua, me consuela leer la palabra manosfera. ¿Qué es eso?, me pregunté la primera vez que la vi en blanco y negro. Y luego, quizá por el algoritmo no solo de las redes sino el del universo, que basta que pongas atención en una cosa para que multiplique en tu vida, la empecé a escuchar y leer en muchas partes.
La manosfera —derivada del inglés manosphere— designa un conjunto de comunidades digitales en torno a la experiencia masculina. El concepto comienza a utilizarse entre 2009 y 2011, cuando blogs y foros centrados en las problemáticas de los hombres se conectan y crean una red informal de páginas, canales y subculturas. Sitios como The Spearhead, A Voice for Men o Return of Kings contribuyeron a articular lo que después se llamaría la manosfera, un neologismo que señala una realidad social y personal que requiere atención. Aunque ciertas preocupaciones surgían de experiencias como la paternidad, la forma de la pareja, la salud mental o la violencia masculina invisibilizada, esas conversaciones fueron desplazadas por discursos que veían al feminismo como un enemigo y atribuían sus frustraciones a un supuesto avance excesivo de los derechos de las mujeres.
Por lo que entiendo, al igual que toda expresión social, tiene matices y subgrupos, lo que hace que no sea homogénea. Los Men’s Rights Activists (MRA) reivindican los derechos de los hombres, como si no vivieran en una sociedad que los privilegia constantemente, con posturas que niegan la desigualdad de género. Los Men Going Their Own Way (MGTOW) propugnan la separación voluntaria de las mujeres, a quienes consideran inherentemente peligrosas o manipuladoras. Uno de los grupos más relevante son los incels. Incel, otro neologismo ingeresante, viene de la abreviatura en inglés de involuntary celibate, que significa célibe involuntario. Hombres casi siempre heterosexuales que desean tener relaciones afectivas o sexuales, pero no pueden por la razón que sea, pero que atribuyen esa imposibilidad a factores externos, especialmente a las mujeres y a la sociedad que las apoya.
Aunque el concepto y su impacto social empieza en 2009, a partir de 2014 se amplifica con el fenómeno conocido como Gamergate a partir de que una pareja creadora de videojuegos se separa y él empieza una tremenda campaña de desprestigio y violencia contra su ex pareja, Zoe Quinn. Aunado a ello, la misoginia digital con acoso, radicalización y extremismo en línea aumentaron. Por eso, erróneamente, se cree que la manosfera es solo un problema de la vida digital. La manosfera atrae a hombres jóvenes que buscan referentes, pertenencia o explicaciones sobre su frustración. La promesa de recuperar una masculinidad auténtica, lo que sea que eso signifique, ofrece una narrativa sencilla y falsa sobre los problemas estructurales que afectan a los hombres, que en muchas áreas también afecta a la de las mujeres.
Asomarnos a este neologismo no solo requiere un ejercicio lingüístico, sino una reflexión profunda sobre la crisis masculina que requiere espacios de diálogo, no de pleito, mixtos, donde se puedan imaginar y promover nuevas formas de masculinidad que no se construyan desde la confrontación, sino desde la responsabilidad, la vulnerabilidad y el respeto mutuo. De no hacerlo, la manosfera será otro lugar más para sostener la violencia y el resentimiento, y de eso ya existe mucho.
Edmée Pardo para Opinión51