Gata negra

 
 

No puedes dormir porque tu madre no ha ido a darte las buenas noches. Finalmente se abre la puerta y aparece una silueta negra sobre la luz del corredor. Se acomoda a tu lado, te besa las mejillas y cuando estira el cobertor pasea sus manos por tu piel adolescente. Acaricia tus genitales y de un brinco trepa tu cuerpo. Maúlla con suavidad. Entonces te arropa entre las sábanas y te dice «que descanses, mi amor». Se abre la puerta y miras una sombra de gata negra que avanza por el pasillo. El sueño se apodera de ti.

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Muchas noches