Mi esposo

 
 

La cama estaba en perfecta calma: yo desperté en la misma postura que recuerdo, la última que tomé por la noche. De mi esposo no sentí movimiento y tampoco escuchaba su respiración­. Las cobijas no amanecieron revueltas. Tanta quietud era inusual y esa paz me espantó de pronto. Estiré el brazo para sentir la mano de mi marido al tiempo que dije su nombre. Comprendí que su cuerpo aún estaba conmigo pero que él se había marchado sin el menor ruido.

Anterior
Anterior

Anclada

Siguiente
Siguiente

Ella dice