Principio y fin (a ningún lado)

 
 

Una y otra vez caímos en esas conversaciones inútiles que no llevaban a ningún lado: ni a mí a saber qué hacer, ni a él a decirme «no te preocupes, yo también te quiero». Para tener la certeza de que íbamos juntos en caída libre por un peñasco que daba a una laguna hermosa de agua tibia o a una noria de la que no se conocía fondo. De cualquier modo, estábamos cayendo en una mezcla de ambos cuyo principio y fin estaba en la cama misma en la que nos embrollábamos.

Anterior
Anterior

Tan azul

Siguiente
Siguiente

De mañana