El recuerdo

 
 

Lo recuerda como un salón enorme. En la pared colgaba un espejo que repetía cada uno de los movimientos que se daban en el cuarto: los comensales, el servicio, los platones, los gestos. Algunas figuras, a pesar de los distintos cuadros, parecían inmóviles: el abuelo en la cabecera, lejanísimo; la sal siempre a distancia inalcanzable por su pequeño brazo. Entonces el mundo era gigantesco y él extraordinariamente diminuto. Regresó a su casa de infancia tantos años después, modesta, con un comedor mediano; una luna oval, manchada, le daba luz a la pared. En la mesa pequeña donde en la cabecera se ausentaba el abuelo, aparecía su padre. La sal quedaba en la punta de su mano.

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Nedra