Té madrugada 208

 
 
 

Hacía tanto frío que cada uno se quedó de su lado, envuelto en una cobija individual, como si fuéramos orugas distintas y no los amantes que nos buscamos en los senderos de la noche. Te extraño, le dije en la madrugada cuando lamenté no encontrar la tibieza de su cuerpo. Yo también, pero mejor así nos quedamos, contestó cuando midió la heladera que debíamos atravesar para un abrazo. Me mandó un beso y sin el menor empacho y volvió a roncar.

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