Té madrugada 177

 
 
 

En los hoteles, los foquitos del aire acondicionado, del televisor, de los contactos de luz, y los números rojos del despertador iluminan la habitación de tal modo que tengo que cubrir con toallas y ropa todas esas fugas luminosas para crear la oscuridad. Cierro los ojos y me siento perdida en una cama que no es mía, en una esquina que no conozco, y siento miedo, el miedo de niña. Ora quito una toalla, ora una prenda, hasta que algo de luz desvanece el miedo. Trato de dormir.

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