Té madrugada 118
Me hospedé diez días en casa de mi hermana. Me sorprendí de sus pijamas, el orden de sus cosas, los perros al pie de su cama. Hubo una época, hace tantísimo tiempo, en que nada de ella me era ajeno: durante veinte años compartimos el mismo cuarto todas las madrugadas. Me gustó reconocerla en esta vida suya, en sus nuevas formas y hábitos. Me aficioné a su cafetera y a los pájaros de su jardín. Ya en mi casa, feliz de regresar, supe cuánta falta me hace su cercanía.