Té madrugada 111

 
 
 

La noche se fue volando, literalmente, en un avión que me llevó de Tanzania a Holanda. Tomé té en un vaso de cartón mientras vi cómo cientos de personas íbamos de un lado al otro del mundo en ocho horas, sin azoro, roncando uno junto al otro. Sentí en la cara el dorado del amanecer desde la ventanilla y me reí de los otros, de mí misma, del regalo del mundo en la palma de la mano, del día que empezaba. Contenta.

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