Té madrugada 107
Caminamos durante la noche. Cada quien con una lámpara en la frente. Íbamos cuesta arriba, con frío y miedo, cada vez más alto, con menos aire, sintiendo más pesado el cuerpo. A cada paso teníamos menos fuerza pero más ganas de llegar. De pronto, la montaña empezó a ser una silueta y en la cumbre apareció el sol, todavía en lo bajo del horizonte; una bola dorada y naranja. Es la madrugada más difícil de contar. Las palabras no serían capaces de transmitir esa belleza.