Té madrugada 39
Me despierto como si el peso de la oscuridad no hubiera dejado de mirarme y yo tuviera que abrir los ojos para responder. Me ves y te veo, pensé cuando tuve conciencia de nuevo. Hasta hace unos segundos no sabía ni quién era ni dónde estaba. Se abre la rendija de la madrugada y ahora sé que soy yo (lo que sea que eso signifique) y que estoy en una casa desde donde se ve el mar. No hay actividades humanas que indiquen qué tan cerca está la mañana ni qué tan lejos la media noche. Imagino que es de madrugada, aunque el cielo esté negro: imagino que es la hora perfecta para servir un té y esperar el amanecer.